miércoles, 30 de mayo de 2012

La Estética de la Ironía en Poética del Desatino de Alberto Hernández.

“No podemos emplear con madurez el lenguaje hasta tanto no nos sintamos espontáneamente a gusto en la ironía”
Kenneth Burke.

Por: Alfonso Solano






I
En la creación literaria, el poeta , al igual que el filósofo, es polemista por excelencia. Su visión y sus sentencias son una clara exhortación por encender una verdad oculta o solapada que, en su momento de interiorización, vale decir aforístico, cobra un brillo enceguecedor inusitado. El arte del aforismo al ser abordado por un poeta lo obliga, por condición adjunta, a ser un “ apóstol del pesimismo de la fuerza” entendiéndose aquí la fuerza como ente generador de vigor y no como una capacidad aplastante como bien nos acota Nietzsche en su polémica obra, por demás, conocida como“ EL Anticristo” (1). No obstante en Poética del desatino-Aforismos- (Ediciones Estival, primera edición, septiembre 2010) del poeta y periodista Alberto Hernández persiste, a lo largo de sus reflexiones e invocaciones, una voluntad de la Ironía vista desde la perspectiva de una dialéctica de la poiesis para afianzar un efecto estético que el mismo poeta perpetua con su verbo encendido y su brillante lucidez intelectual. Sin embargo, el enfoque irónico en esta poética subyace en su fruto oculto, en su verdad ingente, esa que nos acicatea y nos hace mirar adentro; la misma que no sólo contempla la razón  sino el espíritu en toda mente humana despierta e iluminada. “Algunas ironías se escriben para ser entendidas y la mayoría de los lectores lo lamentarán cuando no consigan entenderlas”, como bien nos advierte el catedrático e investigador Inglés Wayne C. Booth en su libro “Retórica de la Ironía” (Ediciones Altea, Taurus y Alfaguara S.A.Madrid, 1986). Más tarde, en la misma obra, el autor acota con asistida razón, que también la ironía “Es un término que puede representar una cualidad o don del hablante o el escritor de algo que pertenece a la obra y de algo que le sucede al lector u oyente” (Ob.cit.pág.14). Para este inminente catedrático de la universidad de Oxford, de todos los autores que han abordado este espinoso tema, el que mejor enfoca el asunto-según su opinión- en todas sus perspectivas es el filósofo de origen danés Soren Kierkegaard. En efecto, para este célebre filósofo padre de la corriente existencialista y autor, entre otras, de la obra: El Concepto de la Ironía(2), todos los tópicos y conceptos abstractos de una idea tienen una vida propia. Una dialéctica implícita, vale decir. Al igual que en poética del desatino de Alberto Hernández en donde estas ideas van esbozando una especie de realidad autónoma, al margen de sus citas, inflexiones e implicaciones históricas, siempre con una ironía per se  que precede al sentido. La “idea” en esta poética se hace un hecho, una vivencia, en la medida que el lector pueda navegar entre sus líneas y frases y, de esta manera, pueda asir su verdad intrínseca. El mismo poeta no los hace ver en sus “demiúrgicas”: “Esta palabra es la única que tengo. Vivo para que nadie sea mi asesino: los pasos que me siguen son los míos. Esta sombra me es ajena” (pag.76).




II

Hay sobresaltos, una unidad en fuga, parafraseando al poeta A.S. Estrada, en ciertos pasajes de este libro que dirigen sus pasos por las sendas de la luz primaria de la certidumbre. En el capítulo intitulado: Iluminaciones leemos, en clara alusión al verbo del enfant terrible Rimbaud, una reflexión acróstica sobre aquel célebre axioma de piel ontológica y pies desgarbados que dice: “Venimos de la noche y hacía la noche vamos”. Sin embargo el poeta nos pulsa y nos interroga con una voz irónica, cubierta con la nieve de la lucidez: “Y aunque hacía la noche vamos, ¿Quién puede asegurar que la muerte es la única luz que le abre los ojos a los que se creen inmortales? Esto nos lleva a la prognosis del texto de Nietzsche en su libro El Anticristo-antes citado- donde ésta y otras cuestiones de la inmortalidad del hombre, unidas a la fatalidad del vivir, permutan “la constancia en los tropiezos” y  nos niegan la mas terrible de las luces que “nos ciega en la salida”. En este texto se puede leer en el aforismo Nº 13 lo siguiente: “ Apreciemos cabalmente el hecho de que nosotros mismos, los espíritus libres, somos ya una transmutación de todos los valores, una viviente y triunfante declaración de guerra a todos los antiguos conceptos de “verdadero” y “falso”(…)”



III

En poética del desatino existe una voluntad aforística, producto no de la confrontación o la interlocución directa con autores, pensadores y corrientes literarias, mas bien lo que predomina es un debate con la voluntad misma del verbo-pensamiento donde el poeta Hernández lo confronta, lo pone en evidencia en sus propias imprecaciones implícitas, en sus propias paradojas. En este sentido es contrario a lo que, desde hace algún tiempo, ha venido ensayando el gran poeta venezolano Rafael Cadenas en lo que el mismo ha llamado “Contestaciones”. Cadenas, al contrario de Hernández, “toma de él unos versos o un poema breve, o una frase célebre de un autor como si le estuvieran dirigidos a él y los contesta, ampliando y rebatiendo su contexto” (3). En poética del desatino, por el contrario, los vértigos, las fábulas, los ajustes de cuentas, las sospechas, los adjetivos, la estética de la soledad, las iluminaciones, las paradojas, las limitaciones y los sueños, y otras reflexiones por el estilo denominados así por el propio autor, son una retórica lingüística que reafirma una voluntad del pensar; una voluntad del reflexionar, del filosofar en un espacio y tiempo que comulga con el espíritu de nuestra realidad moderna; son como una especie de hermenéutica  de la intertextualidad donde los signos del silencio y de la brevedad, de lo desasido y lo permanente son , a su vez, un encuentro profano con el despropósito carnal de nombrar lo inasible, el de caminar por círculos concéntricos en terrenos movedizos, no sin antes sentir el vértigo del suicida. Lo cual es completamente comprensible desde las alturas en donde nos encontramos casi por azar, a la hora de abordar los abismos insondables por donde nos conducen estas inflexiones, estas reflexiones que, en vez de desatinar, más bien atinan en una dirección clara y afanosa que persuade el espíritu y afina, en cierto modo, nuestro goce estético, espiritual e intelectual.

Evocando misterios y convocando voces afines, el poeta Hernández  nos recuerda que “un rasgo peculiar define a quien escribe desde la contemplación del tiempo, desde sus humedades” (pág.61) Nociones y fruiciones que nos acercan, sin duda, a un universo de imágenes y evocaciones cercanas a la transmutación de palabras, verbos, lenguajes, siempre rompiendo el silencio oscuro del sentido, siempre tocando la esfera infinita de la otredad contigua. Esta poética del desatino transmutará por fortuna, en el porvenir de su misteriosa razón de vida. El poeta pide su revelación en el lenguaje, y la libertad de este será siempre obedecer a este llamado del ser.


Notas

1.    F. Nietzsche. El Anticristo. Editorial Edaf, Madrid. 1985.
2.    Sobre el concepto de ironía en constante referencia a Sócrates (en danés: Om BegrebetIr onimedstadigt Hensyntil Socrates). Es la tesis universitaria de Soren Kierkegaard, la cual entregó en 1841. Esta tesis es la culminación de tres años de extenso estudio de Sócrates, desde los puntos de vista de Jenofonte, Aristófanes  y Platón.
3.    Artículo aparecido en el diario Tal cual en el suplemento dominical “Literales”, 27 de Febrero de 2011, pág. 14.

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