viernes, 10 de junio de 2011

Modernidad Y Desencanto. Parte I

 
 
Modernidad y Desencanto: La óptica Post-modernista en un estudio del Dr. José Luis Vethencourt
Por: Alfonso Solano.


Hablar de la Post-modernidad en esta era ha sido siempre un gran riesgo. Tanto por aquellos que la consideran como “la panacea de nuestro siglo” o “el fin de la historia” como a los que siempre han desdeñado sus alcances y prerrogativas, el asunto de la reflexión de la post-modernidad ha ocupado, desde su aparición en los años setentas, todo el acontecer filosófico-racional de todos los más brillantes pensadores, Artistas, científicos, filósofos  y, porque no decirlo, místicos de occidente en nuestro tiempo. Sólo por nombrarla se abre ya, ante nosotros, un universo constelado de ideas e inquietudes así como también de interrogantes y dudas existenciales. Desde los que la consideran como una “revuelta contra la modernidad” (Lipset) hasta los que la definen como un “proyecto inacabado” (J.Habermas) los que nos queda, al final, son sólo “balances, críticas y revisiones” (1). Se trata, en definitiva, de una reflexión que toca el punto álgido de las controversias de el siglo y sus conjuraciones: La filosofía Moderna, como bien nos dice Daniel Innerarity en un minucioso y jugoso estudio llamado “Modernidad y Postmodernidad” acerca del papel de este gran tema en nuestro tiempo. Por otro lado, la post-modernidad alude a una condición existencial del hombre de hoy. Prevalece-como nos dice el maestro Asdrúbal Baptista- la realidad antes que su conocimiento en el sentido de que es más importante padecerla, vivirla y, por su puesto, sufrirla antes que conocerla epistemológicamente. Allí es-indica Baptista- donde radica lo decisivo.
Sin embargo aquí no concluye el asunto, desde luego. Será necesario explorar sus pistas y huellas, los caminos por donde se ha extendido hasta llegar a conformarse como “el triunfo total del objeto sobre el sujeto” (Jean Baudrillard: las estrategias fatales).Es precisamente, este espinoso y complicado asunto, el que explora y reflexiona el psiquiatra y pensador venezolano José Luís Vethencourt en un luminoso y brillante estudio llamado: Comentarios acerca de la post-modernidad, aparecido al final de  los años ochentas y publicado por la fundación Polar. En este, el maestro Vethencourt nos hace un recorrido in extensi acerca de las principales corrientes del pensamiento post-moderno: sus escuelas, sus defensores y detractores, junto a los comentarios que  nos da-al final del estudio-  donde apreciamos sus singulares enfoques en torno a lo que ha significado-para él- este  radical epísteme en nuestra sociedad actual. Desde el comienzo nos hace ver- con vivaz mordacidad- que el asunto de la post-modernidad si acaso “ya pasó de moda en la modernidad”. Más adelante comenta: “tampoco está claro si a estas alturas no es meramente un pronóstico sino una realidad en cuyo seno estaríamos ya inmersos, o mejor, estaría inmerso una buena parte de la humanidad”. Esto lo refiere pensando fundamentalmente en la tesis del filósofo francés Jean Baudrillard que, como bien se sabe, se siente ya instalado en plena post-modernidad. Sin embargo, los otros pensadores capitales de esta corriente como Lyotard, Balandier, Vattimo-por mencionar a los primordiales- no se declaran instalados en ella. Antes de entrar en el análisis de las principales corrientes del pensamiento post-modernista es necesario aclarar que fue en el campo de la pintura donde se dieron los primeros postulados de esta forma de pensar. Fueron los pintores de estados unidos al comienzo de los años cincuenta de la corriente llamada “action painting”, los que comenzaron a calificar  a sus obras como post-modernistas. Aunque-aclara el Dr. Vethencourt- fue “Arnold Toynbee quien primero mencionó el término y lo usó como sinónimo de decadente, anárquico e irracional”. Sin embargo nos hace -desde su aguda percepción- una aclaratoria capital: “Cuando una corriente del arte se declara vanguardista, disidente o post-moderna según sea el caso, no creo que esté comprometiendo o arrastrando a la totalidad del acontecer cultural y político hacia un cambio épocal”. “Toda disidencia en el arte es-continua diciendo- un asunto que concierne sólo al arte y no creo que plantee un cambio épocal. De esta forma, de no ser porque esta asunto de los artistas postmodernos fue retomado por un discípulo francés del Filósofo Ludwig  Wittgenstein llamado Jean-Francois Lyotard, junto con un clima post-estructuralista en la década del setenta, este asunto  hubiese quedado sólo como una pequeña revolución en el arte” nos comenta Vethencourt, no sin antes dejar claro que “sin embargo, creo que estoy pecando de superficialidad al pensar que todo pudo haber dependido de un solo sujeto”. Es preciso hacer notar que los primeros postulados acerca de esta corriente de pensamiento filosófico surgieron como una reacción ante el argumento de que “el proyecto moderno de realización de la universalidad no ha sido abandonado ni olvidado, sino destruido, liquidado, para ser preciso” (J.F. Lyotard). Así que, todo el asunto surgió como un malestar ante las pobres expectativas que producía-y aún produce- nuestro panorama mundial político, social y económico por parte de los “centros de poder de dominación global”. Esta apelación a la razón promulgada por los defensores de la modernidad se basó, principalmente, en: I-Desarrollar las fuerzas productivas a través del desarrollo de la ciencia y la tecnología. II- La defensa de los elementos de la cultura capitalista occidental, a saber: Lograr una secularización del estado; un desarrollo del conocimiento con carácter laico.  Y III- una definición del papel de la razón en la conformación de la historia y el porvenir (2).  Según este enfoque, esto implica que la “razón” dirige a la historia, que las épocas se suceden unas a otras por un concepto “lineal de tiempo”, que las sociedades deben cambiarse con proyectos racionales y que-peor aún- se asocie dicha racionalidad con la cultura occidental considerándose que las otras son irracionales(el concepto llamado: Racionalidad espacial). Ante semejante panorama de pensamiento y luego de praxis en la historia común de nuestras sociedades industrializadas, era lógico y hasta comprensible que se presentara un grave cuestionamiento de la senda tomada en el siglo pasado por los postulados de la Modernidad.

Vivir en el Relativismo.

Sin lugar a dudas es Jean Francois Lyotard quien inicia en los años setenta-nos indica el Dr. Vethencourt-, las discusiones y reflexiones acerca de la post-modernidad. Este es el autor “más coherente, fecundo, radical y el más arriesgado en sus posiciones con respecto al fracaso de la Modernidad y su suplantación por un vivir en el relativismo, vivir en la contradicción y en la fragmentación de la vida en nuestra sociedad actual” (dixit). Para Lyotard, la Modernidad “ha negado y desmantelado al sujeto y lo ha despojado  de su papel protagónico en la sociedad”. Lyotard basa sus teorías y análisis, no en el apoyo del  paradigma epistemológico y en las categorías de las ciencias exactas, sino en la tesis principal del planteamiento de la epistemología lingüística  de su maestro  Ludwig Wittgenstein. Según este pensamiento-continua diciendo Vethencourt- “el ser humano estaría construido sobre las reglas del lenguaje que se arman por sí solas en la praxis de la interacción humana. Lo radical se despliega en las formas de vida cercanas a la naturaleza y ello crea al sujeto” de esta forma nos aproxima Vethencourt al pensamiento de este importante filósofo de origen alemán. A estas formas de vida la llama-nos dice más adelante- “juegos de lenguaje” o “juegos de palabras”. De tal manera  que las palabras “van formando al sujeto por encima de la realidad concreta de cada forma de vida”. Para Wittgenstein el pensar es subsidiario del hablar. Y el Dr. Vethencourt nos alerta con una convicción  aleatoria: “El pensar se deja “embrujar” por la reduplicación de la palabra, por la metáfora y así nacen la interpretación filosófica del mundo y una serie de realidades sociales montadas sobre el andamiaje de la palabra”. Sobre esta teoría, por demás fascinante y polémica, El Dr. Vethencourt hace una reflexión aguda y perspicaz “Pienso que Wittgenstein no pudo resistirse ante la evidencia de que la imagen y la palabra pueden estar perfectamente separadas. Es posible, aunque lo dudo muchísimo, que el pensar no sea la base del lenguaje pero de lo que sí no hay duda es del hecho cierto que consiste en que la imagen hace con la palabra lo que le da su gana” Cuestión que no deja de ser cierta si tomamos en cuenta las teorías que sobre esta materia abordaron pensadores de la talla de Walter Benjamín y más recientemente, Julia Kristeva. Lo medular de esta concepción-poco tomada en cuenta por los “estudiosos” de la post-modernidad- se halla en la  tesis Benjaminiana de “pensar en imágenes” en lo referente a esas figuras en la que se presenta la realidad y se forja una tradición de imágenes de la historia y, sobre todo, en el trabajo teórico y lingüístico que ellas llevan consigo, en la observación de sus orígenes y en sus condiciones de posibilidad de interpretación. He aquí la correspondencia con esta teoría-que no dudo que el Dr. Vethencourt conociera- donde nos hace la reflexión  al referirse que “la imagen juega con la palabra”. Sin embargo Wittgenstein no cree en la metafísica y construye, en la reificación, acerca de cuestiones elementales del existir como: el amor, la familia, las religiones, la emancipación y la revolución social, su famosa tesis de los “meta-relatos”. Basado en este fundamento, su discípulo Lyotard nos dice: “Si tuviera que definir en pocas palabras lo que significa la post-modernidad diría que es “la perdida total de la fe en los meta-relatos” (3). Sobre la reflexión de una frase donde Wittgenstein reconoce que hay cosas “de lo que no se puede hablar y lo mejor es callar” Vethencourt replica: “Wittgenstein parece estar invitándonos a que nos cuidemos de hablar del sentido. Pareciera temerle a este esencialísimo asunto y no repara en que, cuando insiste en “la valoración” de la evidencia de los hechos y de la verdad científica, nos está hablando precisamente de un “sentido” Evidentemente-continua diciendo- “él no puede dar razón científica de su pasión (valoración) por los hechos puros (…)Por ello no tiene ninguna razón en mandar a callar en nombre de la exactitud científica a quienes prefieren aceptar los valores y el sentido del mundo y arriesgarse en la no exactitud” Puntualiza con decidida y ajustada actitud reflexiva.