Saludos, apreciados lectores. Hace pocos días se bautizó, en el espacio de la Librería Kalathos de la ciudad de Caracas, el libro de relatos infantiles KOKO de la escritora y amiga Marina Sandoval. La presentación del mencionado texto-con fotografías de este servidor- estuvo a cargo de la profesora e investigadora Julia E. Rial. Reproducimos a continuación el mismo que sirvió de antesala para una tarde llena de regocijos, alegrías y encuentros, compartidas al fragor del afecto de los amigos cercanos.
La caricia literaria
en Koko de Marina Sandoval
Por: Julia Elena
Rial
Desde
el antiguo Egipto donde las plumas de avestruz adornaban las cabezas de diosas
y faraones y equilibraban, por su liviandad, el peso del corazón en la balanza
que decidía el destino eterno de los muertos, hasta el pueblo de Caicara,
bañado por las aguas ya no del Nilo sino
del Orinoco, los avestruces han conservado, perennes e inmutables, los ritos
cotidianos que Marina Sandoval recrea en
su libro Koko que hoy presentamos.
Las
palabras se tornan en blandura cuando de hablar a niños se trata. Toques
sencillos, pinceladas de mirada cariñosa, son el ornamento del lenguaje con que
la escritora relata los principales pasajes de la vida cotidiana de sus
protagonistas. Marina reemplaza la careta humana por la caricia literaria
zoológica para que el avestruz no sea mímesis del hombre sino expresión de su
auténtico vivir, en sintonía con su primitiva simplicidad. La escritora aborda
la aventura de escribir con el ritmo acompasado de las aves, las cuales
expresan, en las imágenes artísticas del fotógrafo Alfonso Solano sus regodeos
y brillantes plumajes. Solano interviene el lenguaje a través de la forma y el
color, libre de tutelas para que las aves manifiesten su actividad y dinamismo;
en Koko las imágenes emulsionan la
palabra.
Si en la antigua Mesopotamia los
avestruces eran portadores de igualdad y justicia, hoy Koko nos ofrece la armonía en la rutina de esa aves milenarias, a
través de un recorrido por los hitos más
significativos de su diario vivir,
expresados en las metáforas
verbo-visuales de las páginas a
color, donde las danzas ancestrales
parecen envueltas, como relata Marina, por la marcha nupcial de Mendelssohn.
Leemos la gracia escritural de quien disfruta lo que expresa, una fábula que
exalta los sentimientos primarios de las aves con la minucia de la ternura. En
ese sincretismo entre realismo y espiritualidad Marina enseña a descifrar la
elocuencia de la naturaleza y a fraternizar con ella, creando sugerencias en su subjetivismo para acomodar
ave, paisaje y lector niño en un punto de la fantasía provista por la realidad.
Ya en el libro Hilos de emoción la autora mostró su destreza narrativa para
manejar materiales ingenuos sin caer en
la puerilidad; aflora en sus libros el asertivo atemporal, lúdico, que es parte
del existir infantil. Koko esconde
entre sus páginas, no sólo el espíritu de observación rápida y analítica de su
creadora, sino también las fuerzas puras, sin malicia, referidas en los colores y brillo del
plumaje, en el bailoteo de primitiva seducción, en la expresión de lo real, en
un mundo animal inmutable desde la antigüedad. Ese interés por abordar aquello
que el tiempo no ha destruido deja de ser un retazo de frías especulaciones
científicas para aflorar en atractivas
páginas, que, por encima de juicios teóricos, evidencian la mirada de reposo,
sin temores que Marina Sandoval vuelca sobre la armonía de los perennes
avestruces.
Tal vez relatar el aire de paz, la
atmósfera de levedad, la ternura en la rutina del apareamiento, no sólo sean
cualidades expresadas en afán de
sublimar lo cotidiano, pueden representar el ímpetu que necesita la vida para
vencer el tiempo, reencontrarse con la realidad virgen de los primeros días del
mundo cuando la fuerza y el trabajo no implicaban fatiga. Por eso este libro lo
leerán los niños paladeando las palabras reales y verdaderas con sabor de
misterio, jugando con los avestruces. Lo decía Unamuno en Recuerdos de niño y mocedad: “Acaso no haya
concepción más honda de la vida que la intuición del niño, que al fijar su
vista en el vestido de las cosas, sin intentar desnudarlas, ve todo lo que las
cosas encierran…Siente el misterio total y eterno, que es la más clara luz,
toma la vida en juego y la creación en cosmorama” (p.128).
Bibliografía
Robledo Casanova, Ildefonso.
http//www.egiptologia.com/religiony
mitología/63-estudios-sobreelhombreyelmundoenel-antiguoegipto
Unamuno, Miguel de. (1982) Recuerdos de niñez y mocedad. Madrid: Espasa- Calpe
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