Continuando con el ciclo " A tres Voces" tenemos en esta oportunidad, la colaboración de nuestra amiga la escritora y psicólogo Marina Sandoval, quien en esta oportunidad nos entrega un interesante artículo titulado: Locura y Literatura. Esperamos, como siempre, que lo disfruten!
Locura y Literatura
Por: Marina Sandoval
“El verdadero loco, porque no finge, comparte realmente un dominio con el artista: el de la ruptura. Pero la ruptura del artista es un sostén y un momento de su genio, el del loco es una prisión”
André Malraux (las voces del Silencio)
Se afirma con frecuencia la relación existente entre la locura y las artes. Evidentemente que la hay, pero no es una relación de causalidad, sino de casualidad. No se llega a la locura por ser artista, ni el camino del arte conduce a la locura. Todas las biografías evocan la independencia de los grandes creadores, que se rebelan contra el orden social y se retiran del mundo para refugiarse en el exilio de la creación. El creador es un ser profundamente asocial, que desafía las convenciones, lo que hace que con frecuencia se le considere un loco; puesto que la locura se acerca a la insumisión.
Es probable que el yo creador, nazca de una problemática esencialmente depresiva, pudiendo la creación actuar de manera reparadora en ese yo. “Repercusión reparadora que en realidad es el modus operandi de la creatividad” (Phillipe Brenot). Compartiendo esta posición, Concepción Pérez Rojas sostiene, que la creación; lo mismo que magia y religiones, delirio y ciencia, tienen como motor fundamental la urgencia de la reparación del tiempo y el espacio del origen, la vuelta al estado paradisíaco.
La alternancia maníaco- depresiva ha sido evocada con referencia a numerosos creadores o personajes fuera de lo común, entre los cuales citaremos a Balzac, Auguste Comte, Lutero, Schumann, Hemingway, Althusser, Gerard de Nerval, entre otros. El caso de Rimbaud, es emblemático y nos permite comprender la articulación entre creación artística y locura. En “Una temporada en el Infierno”, describe con gran lucidez esa toma de conciencia de sus innumerables alucinaciones y de la locura que lo acecha. Rimbaud, representa el fulgor y la precocidad, pero también la presencia de la locura y la huida preservadora. Escribe toda su obra entre los dieciséis y los diecinueve años, en el transcurso de los cuales tienen acceso a sus sentimientos más profundos e “inventa” la poesía moderna. En cuanto a Gerard de Nerval, la enfermedad acabó por imponerse. Pero la locura de Nerval era auténtica, y estaba tan unida a la escritura que no es posible disociar una de la otra. En plena locura, durante los dos últimos años de su vida, Nerval nos deja el sublime canto inacabado de Aurelia, donde describe con mucha precisión la euforia de la fase maníaca: “En ocasiones notaba mi fuerza redoblada: me parecía saberlo todo, comprenderlo todo, la imaginación me ofrecía deleites infinitos”. De acuerdo con Cirlot, en Nerval, la locura parece poseer un factor positivo, no sólo por la activación extraordinaria de las facultades “normales” del espíritu y la angustia que obliga al escritor a dar de sí el máximo antes de la catástrofe final, sino también por el grado de unificación y de claridad de la llamada “Libertad Mental” con el que el autor expone sus vivencias, sean reales, imaginarias o demenciales.
En los dos casos mencionados anteriormente, queda evidenciado como la llamada “locura” activa el mecanismo reparador de la vivencia de lo trágico, siendo la escritura el elemento sanador, la vía terapéutica que abre las puertas a la angustia contenida y no el germen de la enfermedad como se cree con frecuencia. Conciente de este poder sanador, la poeta argentina Alejandra Pizarnik, decía: “El quehacer poético implica exorcizar, conjurar y además reparar. Escribir un poema es reparar la herida fundamental, la desgarradura”.
Quizá por ello las vertiginosas carreras contra la noche, donde los miasmas de pensamientos sobre historias cada vez más alejadas de mis posibilidades en estados habituales, me infunden al tiempo que cansancio físico a nivel neuronal, placer extremo como de saber por fin la clave del universo; aunque claro no por ello la vida se torne mejor o más fácil, todo lo contrario; sin embargo a estas alturas son espasmódicos esos arranques desaforados y cuando el filo del abismo se perfila inminente siente uno derramarse desde adentro hacia el universo, una suerte de magma, entonces se es feliz y desdichado más allá de toda comprensión y resistencia, y cada vez más y más...
ResponderEliminarMuy interesante, esplica con claridad los estados depresivos que se adivinan en algunos poetas a traves de sus obras, muchos aspectos que sólo un psicólogo puede interiorizar.
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