jueves, 2 de mayo de 2013

Bebo Valdés, El gran Ekwegnón*


Por: Alfonso Solano


“Los viernes no tenemos cabaré, así que tenemos la noche libre y este viernes parecía el día perfecto porque abrían de nuevo esa noche la pista al aire libre del sierra. De manera que, lucía correcto darse un salto hasta allá a oír cantar a Benny Moré (…) ustedes saben que yo fui quien descubrió a Cuba, no Cristóbal Colón. Cuando lo oí por primera vez, yo había vuelto a tocar de nuevo y donde quiera estaba oyendo música, de modo que tenía el oído en la perfecta(…)Y como había un montón de cabarés y de nite-clubs abriéndose, inaugurándose, pues saqué mi tumba del closet(…) y me presenté a Barreto y le dije: Guillermo quiero volver a tocar”. Este pasaje descrito en perfecta lengua de la cubanía de los años cuarenta y principios de los cincuenta, pertenece a la ya legendaria novela de Guillermo Cabrera Infante: Tres tristes tigres  y, refleja claramente el ambiente festivo y el aire de euforia y de colectiva complicidad que caracterizó en este período, las noches habaneras en donde el pianista Bebo Valdés tocó y compartió con las grandes figuras de la música cubana del momento, incluyendo al gran baterista Guillermo Barreto que Cabrera Infante nombra en su relato. 1952 fue un año inolvidable para el portentoso pianista y compositor Bebo Valdés. Ese mismo año en el mes de octubre, el pianista, que se encontraba en el local del famoso cabaret cubano Tropicana de la Habana, fue visitado en la noche por el promotor y propietario de una tienda de discos; Irving Price, quien le anuncia que el conocido empresario americano Norman Granz se encuentra en la isla. Granz, promotor de jazz y  fundador del sello disquero “Verve  records” se entera de que los músicos locales son capaces de rivalizar con los mejores jazzmen neoyorquinos. Granz y Price deciden organizar unas jams sessions para ver el potencial de los músicos cubanos. Norman Granz quedó tan impresionado que decidió grabarlos. Bebo Valdés cuenta en el libro Caliente!  del escritor e investigador francés Luc Delannoy, como  fue  esta aventura: “Era el 16 de Septiembre de 1.952. Así que convoqué a unos músicos cubanos para ese momento, pero yo mismo llegué con retraso a la sesión, pues por la mañana tenía otra grabación para RCA(…) cuando finalmente llegué al estudio de la firma Panart, Granz ya se había ido a los Estados Unidos. A la orquesta la llamamos “The Andrés all stars”, por el nombre de la tienda de discos de Irving Price”. Pero algo inusitado iba a ocurrir al terminarse la sesión de grabación: “Al término de la sesión-continua narrando Bebo en el libro- me puse a tocar unos riff a partir del cual improvisamos (…) A ese tema le llamamos: con poco coco”. Este fue, en efecto, el tema que inauguró la primera descarga que se registró en un estudio de grabación cubano en la historia. Meses atrás en Julio de ese mismo año, Bebo hacía historia-una vez más- cuando en un estudio de la Radio cadena Azul de la Habana, su ingenio inventó un nuevo ritmo: “La batanga”. Este nuevo ritmo, que se tocaba con un tambor batá, una conga, una tanga (conga de afinación más grave), timbales, contrabajo y clave, no tuvo el éxito esperado, entre otras razones por el auge del mambo, el ritmo que hacía furor en el mundo inventado por los hermanos López: Orestes e Israel “Cachao”. Por esa misma razón Bebo comenta a Delannoy en su texto: “la batanga murió de muerte natural”.

Descargas Habaneras
La habana siempre fue, por antonomasia, un centro importante para el desarrollo y evolución de los ritmos afros y típicos cubanos que llegaron  de la sierra como el changüí, el bembé, la rumba, la guajira y desde luego, el son. Estos ritmos “madres” fueron evolucionando y se fueron fusionando hasta alcanzar, a mediados de los cuarenta y principios de los cincuenta, una estatura musical que se convirtió en el tejido principal de las primeras orquestas de bailes habaneras. Estas orquestas tenían una conformación muy parecida a las de las big band de jazz americanas: Sección de saxos y trompetas, sección rítmica tradicional: piano, bajo y batería y por último, el ingrediente típico y distintivo: la percusión afrocubana: congas, bembé, bongó y timbales. Estas orquestas habaneras interpretaban tanto el repertorio de standars americanos de jazz con arreglos originales, como temas bailables con ritmos cadenciosos y muy sincopados. Pero “el verdadero encuentro del jazz con los ritmos afrocubanos se producirá en el curso de las famosas descargas (jams sessions) organizadas por los músicos” como comenta Delannoy en su libro.
La descarga, siempre formó parte integral de la tradición musical cubana. Los músicos negros siempre improvisan con sus instrumentos. Es una necesidad de expresión, intrínseca y arraigada a su raza. Al igual que como ocurría con las mencionadas Jazz sessions del entorno americano que dieron origen  a principios de los cuarentas de la revolución musical conocida como bebop, las descargas cubanas eran el perfecto laboratorio para ensayar y practicar ideas musicales novedosas. Según cuenta Luc Delannoy en su libro, las descargas cubanas se remontan a los años 30 y en la década siguiente, se celebraban descargas de jazz en los centros nocturnos de la habana, al terminarse la jornada, ya tarde en la madrugada. El compositor y arreglista Cubano de origen irlandés Arturo “chico” O’ Farrill comenta a Delannoy cómo eran estas jams cubanas: “ Algunos músicos se quedaban e improvisábamos(…) siempre era la misma banda; el trombonista “Pucho” Escalante, el saxofonista Gustavo Mas, el pianista Peruchín, el contrabajista Kike Hernández y un baterista de apellido Machado. Eso duró cerca de diez años (…) la descarga de jazz es muy importante para la música cubana, pues por primera vez se introduce la improvisación colectiva con cierto sabor de jazz, con rítmica cubana”.

Bebo de Cuba
Dionisio Ramón Emilio Valdés Amaro, mejor conocido como Bebo Valdés, nació en el pueblo de Quivican, una población que está a una hora de la capital cubana. Desde muy temprana edad, Bebo sintió una especial atracción hacia todo lo musical, en especial el jazz.  Desde sus años juveniles se apasionó primero, por los pianistas americanos Fats Waller y el portentoso y virtuoso pianista ciego Art Tatum. Más tarde, entrado en años, escucharía con atención y devoción al gran  poeta del  piano: Bill Evans. En  los  años  cuarenta (1943 a 19 47)  es pianista y arreglista de la orquesta de radio mil diez de la Habana.  En 1948 toca en Haití-según nos narra la pianista e historiadora Isabelle Leymarie- con el grupo del clarinetista y saxofonista Issa El Saieh, a quien posteriormente dedicará un tema de su autoría. Desde 1948 hasta 1957 estuvo al frente de la orquesta del célebre cabaret habanero “Tropicana” primero como pianista y luego como su director. En 1959 funda su legendaria orquesta de baile “Sabor de Cuba”, con los que graba una serie de éxitos musicales: Ita Moreal, Sasaume, A la Rigola, entre otros. En el año 1963 decide viajar e instalarse en Estocolmo. Allí, en la capital sueca, Bebo inicia un largo y  prolongado exilio que lo sumirá en el olvido por espacio de 34 años. Al pasar de los años sumergido en el gélido país europeo, Bebo recibe  el 25 de Noviembre de 1.994 la llamada de su compatriota; el extraordinario saxofonista y compositor Paquito D’ Rivera, que lo invita a grabar en los estudios del sello Messidor, ubicado en la ciudad de Ludwisburg en Alemania. Tres días después de esa llamada, Bebo viaja a esta ciudad para grabar el single: “Bebos Rides Again” (Bebo Cabalga de nuevo) una colección de clásicos cubanos y piezas originales del propio Valdés, arreglados y compuestos especialmente para la ocasión. A los 66 años y después de un largo olvido, Bebo inicia un verdadero “revival” musical que lo llevará a escribir nuevas páginas en la historia musical del mundo del jazz y el género afrocubano.
El director de cine español Fernando Trueba saborea un sueño fílmico que se cristalizará en el año 2000 con la producción de la película Calle 54, en donde muestra, con estupendos escenarios y una cuidadosa fotografía, a los mejores exponentes del mal llamado latín Jazz. En esta oportunidad Bebo tiene dos encuentros con figuras claves, tanto en su música como en sus más profundos afectos: su hijo Chucho y el contrabajista Israel “Cachao” López, su partner de toda una vida. A la semana siguiente de este rodaje, Bebo entra de nuevo al estudio y graba en la ciudad de Nueva York, bajo el sello de Trueba Calle 54 y producido por Nat Chediak, el álbum: “El Arte del Sabor” con un trío estelar compuesto por el bajista Cachao López y el conguero Carlos Patato Valdés. Esta grabación, que consiguió ganar dos premios grammy, tiene un invitado de excepción; Paquito D’ Rivera, quien no sólo toca en el disco sino que también colabora con los arreglos. En los años siguientes, Bebo conoce, a través de Trueba, al cantaor gitano Diego apodado el cigala. Con este último grabará en el año 2003 un suceso clave en la historia musical: Lágrimas Negras, el primer disco en la historia en donde un cantante gitano canta boleros y temas del repertorio latino al lado de una leyenda del piano cubana. Este  sería el mayor éxito cosechado en su carrera musical artística. No conforme con ello, este mismo año grabará lo que se ha considerado su opera prima: “Bebo de Cuba”, un suceso musical que contiene la “suite cubana” una serie de 6 temas que compuso entre los años 1992-1997 en su ciudad de residencia Estocolmo. En este disco Trueba y Chediak reúne un verdadero grupo de all stars para acompañar a Bebo en esta aventura musical: Juan Pablo Torres, Paquito D’ Rivera, Diego Urcola, Mike Mossman, Mario Rivera,  Boby Franceschini en los metales; Los percusionistas Steve Berrios, Milton Cardona, Jimmy Delgado, Joe Gonzalez, el legendario  bajista Andy González, junto a jóvenes virtuosos de la nueva camada del jazz como: El baterista Dafnis prieto, el contrabajista John Benitez, el saxo barítono Pablo Calogero, el trombonista Papo Vasquez y el trompeta John Walsh.
Fernando Trueba describe con emoción y nostalgia, el profundo impacto que esta grabación dejó en el gran “Caballón” Bebo Valdés, quien a sus 94 años partió hace poco a recorrer otros universos sonoros: “Si tengo que elegir un momento entre todos, me quedaría con la cara del viejo cuando el primer día de ensayo oyó a la banda arrancar la primera lectura del primer tema. Sus ojos se iluminaron y su sonrisa de niño eterno apareció, irreprimible, en su cara. Era Felicidad”.

*Bebo Valdés grabo un tema en la suite cubana titulado: “Devoción” un ritmo de bembé en 6/8 basados en distintas claves de referencias afro y de la religión Yoruba. El tema es dedicado a su hijo Chucho, el gran pianista a quien bebo llamaba: “El Ekwegnon”, que según el padre significa: “Jefe de Tribu”.

1 comentario:

  1. Este escrito está hecho con conocimiento pero también con mucho amor por ese otro jazz que poco conocen a profundidad. Bebo fue un bastión de la mejor música que se hace desde la dimensión y sensibilidad latina. No me canso de leer este escrito porque me remite a parajes inéditos. El mismo es una invitación a escuchar a este gran músico y a revisar su discografía.

    Carlos Antonio Silva

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