lunes, 6 de agosto de 2012

Casa de Luciérnagas: El ánima poética en Hispanoamérica







Por: Alfonso Solano.

“Y el mar está allí, para hundirnos, revolcarnos, golpeando costa y puerto, playa (…) porque él es también la gran madre, el ánima, la voz que rige y dicta la última palabra (…) es el ritmo de la voz femenina, el alma de la poesía”
Hanni Ossott

I

No existe poesía sin reflexión. Pero también- y esto ha sido testimonio de una legión de sonámbulos vigilantes- sin la ensoñación y el desvarío. El oficio del poeta se ejerce desde una tribuna de majestuosa y digna soledad. El poeta siempre está sólo. Por eso siempre se acerca a los límites de lo que está más allá de la razón; el no-lugar de la poesía transita por los laberintos del alma, y cuando esta se eleva, experimenta una especie de desprendimiento del ser que se parece mucho a la muerte. “La conciencia de la muerte fundamenta la poesía” (1) nos dice Hanni Ossott, en un brillante ensayo acerca de este tópico tan transitado por los guardianes de la palabra transmutada. Y no sólo es la muerte como ausencia de lo físico, la muerte verdadera ocurre en la psique, ese “aprender a perder suave o bruscamente con el vivir” nos vuelve a decir Hanni Ossott. Y nadie como ella para hablarnos acerca de la experiencia del vivir en poesía, del hacer poético en el tiempo vivido. La mujer, al dedicarse al oficio de nombrar el mundo con la palabra poética, no evade jamás su propia condición como alma viviente. Transita los caminos de la otredad desconocida, baja a los abismos insondables y sórdidos de su yo advenido en puras imágenes; formas impasibles, signos ocultos, fijaciones vertiginosas. Esta poeta sabe que ha descubierto un mundo paralelo; que tiene una labor inusual de nombrarnos y retratarnos a través de un paisaje ignoto, transitado sólo por ánimas. Sabe que se debe a “la generosa labor marginal de borrar cadáveres” como una vez escribió el gran poeta nuestro Alfredo Silva Estrada. Aún así, las contingencias y admoniciones propias de la vorágine del día a día la penetran, la soslayan, la subyugan. Y todo ese  mundo habla a través de sus versos, a través de sus imágenes verbales. Esto último parece caracterizar a toda una generación de poetas mujeres que nacidas todas, alrededor de 1.945 en naciones diferentes de la América Hispana, reafirmaron con voz propia y con una vocación legítima y contundente, el relato de la vida a través de una tradición poética que aún hoy en nuestros días, brilla con luz propia. Una aventura del lenguaje individual y colectivo, que nos evoca en “un misterioso lugar iluminado por la luz de todos y probablemente para todos”. Esto es lo que, de una forma prodigiosa y admirable, ha abordado el poeta ecuatoriano Mario Campaña en su celebrada obra: Casa de Luciérnagas: antología de poetas hispanoamericanas de hoy, que  apareció bajo el sello editorial español Bruguera, en el año 2007.

II

La historia tiene sus bemoles, aciertos y desaciertos y, sobre todo, sus paradojas. Sin embargo, al hablar de la historia de la literatura en América Latina, habría que advertir con puntualidad que esta historia no es común en hombres y mujeres. En efecto, la trayectoria trazada por las mujeres en esta manifestación literaria ha descrito una parábola con sus propios meridianos. No hace falta recordar aquí la “ostentación masculina del poder sobre todo lo que se publica y crítica”, como bien nos advierte el autor. No obstante a esta realidad, debe sumarse el trabajo intelectual que ejercieron ciertas mujeres poetas en las primeras décadas del siglo XX, donde cobró notoriedad y alcanzó una popularidad inusitada. Iniciando con Gabriela Mistral (1889-1957) la más célebre de todas, continuamos un legado de voces comunes que alcanzaron a expandir los límites de la lengua en sus poéticas afines: la argentina Alfonsina Storni (1892-1938) al igual que Delmira Agustini (1886-1914) y Juana de Ibarburú (1896-1979) contribuyeron de forma decisiva a construir este “edificio inusitado y desmesurado de verbos” según nos cuenta el poeta Campaña. No obstante, del magisterio ejercido por la poesía de las poetas del cono sur en América-continúa narrando Campaña- opacaron o ensombrecieron el trabajo de sus contemporáneas, hoy casi todas ellas ocultas en el olvido involuntario de “la historia ortodoxa”. Nombres como Winett de Rokha(1892-1951),  en Chile; Enriqueta Arvelo Larriva(1886-1962), en Venezuela; Claudia Lars(1899-1974), en el Salvador; Magda Portal(1900-1989), en Perú; Aurora Estrada y Ayala(1901-1967), en Ecuador; Dulce María Loynaz(1903-1997), en Cuba; Clementina Suárez(1906-1992)en Honduras; y las mismas Silvina Ocampo(1903-1994) y Norah Lange(1906-1972) en Argentina-según nos enumera el poeta- contribuyeron a “elaborar obras con valor propulsor y transformador en las literaturas nacionales de sus países de origen”.


III

La poesía fundacional hecha por mujeres en Hispanoamérica se ha sustentado de manera prodigiosa sobre un estamento que ostenta, en partes iguales, una indagación alucinada del lenguaje y una profunda como inconsciente búsqueda espiritual en un espacio que recurre a terrenos movedizos donde “reina la incertidumbre”. De igual manera esta poética funda sus bases sobre la indagación de las imágenes de la niñez, del hogar familiar, de los miedos primarios, para conducirse sin transición aparente, hacía los oscuros caminos de la otredad desconocida donde las imágenes de la muerte, la fragmentación del espíritu, la visión de Dios y las “formulaciones metafísicas” del amor, encuentran asidero en una longitud informal del lenguaje poético, revelado con alucinación y lucidez a la vez, de los laberintos insondables de la razón y el alma.
En su compilación y selección, donde han privado los criterios expresivos y de resonancia en el lugar de la poesía como existencia y no como mera contemplación de una realidad, el poeta  Mario Campaña logra con su trabajo mostrarnos un completo panorama sobre el horizonte plural en donde se mueve la poesía de las mujeres del continente latinoamericano de hoy; una poesía “madura” que no toma en cuenta simples cuestiones como su orientación, origen geográfico o definición estética, sino aquella en donde-según sus propias palabras- el arte ha prevalecido “hasta el punto de alcanzar la mayor exploración y potenciación de una materia dada, cualquiera que ésta sea(…)que en su conjunto da cuerpo a una voz suficientemente singular y autónoma para hacerse escuchar por sí misma”(pág.18).
Nosotros, felizmente asistimos a esta majestad del verbo protagonizada por las voces ocultas del ánima femenina para celebrar junto al poeta, el nacimiento de un texto que nos conduce, sin nortes y mapas aparentes, por la “casa de luciérnagas” en donde alma y palabra conviven en un solo magma de transmutación de todos los elementos.

Notas:
1.      Hanni Ossott, Cómo leer la poesía-ensayos sobre literatura y arte-. Primera edición, Bid&Co editores C.A.
2.      Alfredo Silva Estrada, la palabra transmutada, la poesía como existencia. Editorial CEC, S.A. Otero ediciones, 2007.

No hay comentarios:

Publicar un comentario