Por:
Alfonso Solano
“Los
viernes no tenemos cabaré, así que tenemos la noche libre y este viernes
parecía el día perfecto porque abrían de nuevo esa noche la pista al aire libre
del sierra. De manera que, lucía correcto darse un salto hasta allá a oír
cantar a Benny Moré (…) ustedes saben que yo fui quien descubrió a Cuba, no
Cristóbal Colón. Cuando lo oí por primera vez, yo había vuelto a tocar de nuevo
y donde quiera estaba oyendo música, de modo que tenía el oído en la
perfecta(…)Y como había un montón de cabarés y de nite-clubs abriéndose,
inaugurándose, pues saqué mi tumba del closet(…) y me presenté a Barreto y le
dije: Guillermo quiero volver a tocar”. Este pasaje descrito en perfecta lengua
de la cubanía de los años cuarenta y principios de los cincuenta, pertenece a la
ya legendaria novela de Guillermo Cabrera Infante: Tres tristes tigres y,
refleja claramente el ambiente festivo y el aire de euforia y de colectiva
complicidad que caracterizó en este período, las noches habaneras en donde el
pianista Bebo Valdés tocó y compartió con las grandes figuras de la música
cubana del momento, incluyendo al gran baterista Guillermo Barreto que Cabrera
Infante nombra en su relato. 1952 fue un año inolvidable para el portentoso
pianista y compositor Bebo Valdés. Ese mismo año en el mes de octubre, el
pianista, que se encontraba en el local del famoso cabaret cubano Tropicana de
la Habana, fue visitado en la noche por el promotor y propietario de una tienda
de discos; Irving Price, quien le anuncia que el conocido empresario americano
Norman Granz se encuentra en la isla. Granz, promotor de jazz y fundador del sello disquero “Verve records” se entera de que los músicos locales
son capaces de rivalizar con los mejores
jazzmen neoyorquinos. Granz y Price deciden organizar unas jams sessions para ver el potencial de
los músicos cubanos. Norman Granz quedó tan impresionado que decidió grabarlos.
Bebo Valdés cuenta en el libro Caliente!
del escritor e investigador francés Luc Delannoy, como fue
esta aventura: “Era el 16 de Septiembre de 1.952. Así que convoqué a
unos músicos cubanos para ese momento, pero yo mismo llegué con retraso a la
sesión, pues por la mañana tenía otra grabación para RCA(…) cuando finalmente
llegué al estudio de la firma Panart, Granz ya se había ido a los Estados
Unidos. A la orquesta la llamamos “The Andrés all stars”, por el nombre de la
tienda de discos de Irving Price”. Pero algo inusitado iba a ocurrir al
terminarse la sesión de grabación: “Al término de la sesión-continua narrando
Bebo en el libro- me puse a tocar unos riff a partir del cual improvisamos (…)
A ese tema le llamamos: con poco coco”.
Este fue, en efecto, el tema que inauguró la primera descarga que se registró
en un estudio de grabación cubano en la historia. Meses atrás en Julio de ese
mismo año, Bebo hacía historia-una vez más- cuando en un estudio de la Radio
cadena Azul de la Habana, su ingenio inventó un nuevo ritmo: “La batanga”. Este
nuevo ritmo, que se tocaba con un tambor batá, una conga, una tanga (conga de
afinación más grave), timbales, contrabajo y clave, no tuvo el éxito esperado,
entre otras razones por el auge del mambo, el ritmo que hacía furor en el mundo
inventado por los hermanos López: Orestes e Israel “Cachao”. Por esa misma
razón Bebo comenta a Delannoy en su texto: “la batanga murió de muerte
natural”.
Descargas Habaneras
La
habana siempre fue, por antonomasia, un centro importante para el desarrollo y
evolución de los ritmos afros y típicos cubanos que llegaron de la sierra como el changüí, el bembé, la
rumba, la guajira y desde luego, el son. Estos ritmos “madres” fueron
evolucionando y se fueron fusionando hasta alcanzar, a mediados de los cuarenta
y principios de los cincuenta, una estatura musical que se convirtió en el
tejido principal de las primeras orquestas de bailes habaneras. Estas orquestas
tenían una conformación muy parecida a las de las big band de jazz americanas: Sección de saxos y trompetas, sección
rítmica tradicional: piano, bajo y batería y por último, el ingrediente típico
y distintivo: la percusión afrocubana: congas, bembé, bongó y timbales. Estas
orquestas habaneras interpretaban tanto el repertorio de standars americanos de jazz con arreglos originales, como temas
bailables con ritmos cadenciosos y muy sincopados. Pero “el verdadero encuentro
del jazz con los ritmos afrocubanos se producirá en el curso de las famosas
descargas (jams sessions) organizadas por los músicos” como comenta Delannoy en
su libro.
La
descarga, siempre formó parte integral de la tradición musical cubana. Los
músicos negros siempre improvisan con sus instrumentos. Es una necesidad de
expresión, intrínseca y arraigada a su raza. Al igual que como ocurría con las
mencionadas Jazz sessions del entorno
americano que dieron origen a principios
de los cuarentas de la revolución musical conocida como bebop, las descargas
cubanas eran el perfecto laboratorio para ensayar y practicar ideas musicales
novedosas. Según cuenta Luc Delannoy en su libro, las descargas cubanas se
remontan a los años 30 y en la década siguiente, se celebraban descargas de
jazz en los centros nocturnos de la habana, al terminarse la jornada, ya tarde
en la madrugada. El compositor y arreglista Cubano de origen irlandés Arturo
“chico” O’ Farrill comenta a Delannoy cómo eran estas jams cubanas: “ Algunos músicos se quedaban e improvisábamos(…)
siempre era la misma banda; el trombonista “Pucho” Escalante, el saxofonista
Gustavo Mas, el pianista Peruchín, el contrabajista Kike Hernández y un
baterista de apellido Machado. Eso duró cerca de diez años (…) la descarga de
jazz es muy importante para la música cubana, pues por primera vez se introduce
la improvisación colectiva con cierto sabor de jazz, con rítmica cubana”.
Bebo de Cuba
Dionisio
Ramón Emilio Valdés Amaro, mejor conocido como Bebo Valdés, nació en el pueblo
de Quivican, una población que está a una hora de la capital cubana. Desde muy
temprana edad, Bebo sintió una especial atracción hacia todo lo musical, en
especial el jazz. Desde sus años
juveniles se apasionó primero, por los pianistas americanos Fats Waller y el
portentoso y virtuoso pianista ciego Art Tatum. Más tarde, entrado en años,
escucharía con atención y devoción al gran
poeta del piano: Bill Evans.
En los
años cuarenta (1943 a 19 47) es pianista y arreglista de la orquesta de
radio mil diez de la Habana. En 1948
toca en Haití-según nos narra la pianista e historiadora Isabelle Leymarie- con
el grupo del clarinetista y saxofonista Issa El Saieh, a quien posteriormente
dedicará un tema de su autoría. Desde 1948 hasta 1957 estuvo al frente de la
orquesta del célebre cabaret habanero “Tropicana” primero como pianista y luego
como su director. En 1959 funda su legendaria orquesta de baile “Sabor de
Cuba”, con los que graba una serie de éxitos musicales: Ita Moreal, Sasaume, A la
Rigola, entre otros. En el año 1963 decide viajar e instalarse en Estocolmo.
Allí, en la capital sueca, Bebo inicia un largo y prolongado exilio que lo sumirá en el olvido
por espacio de 34 años. Al pasar de los años sumergido en el gélido país
europeo, Bebo recibe el 25 de Noviembre
de 1.994 la llamada de su compatriota; el extraordinario saxofonista y
compositor Paquito D’ Rivera, que lo invita a grabar en los estudios del sello
Messidor, ubicado en la ciudad de Ludwisburg en Alemania. Tres días después de
esa llamada, Bebo viaja a esta ciudad para grabar el single: “Bebos Rides
Again” (Bebo Cabalga de nuevo) una colección de clásicos cubanos y piezas
originales del propio Valdés, arreglados y compuestos especialmente para la
ocasión. A los 66 años y después de un largo olvido, Bebo inicia un verdadero
“revival” musical que lo llevará a escribir nuevas páginas en la historia
musical del mundo del jazz y el género afrocubano.
El
director de cine español Fernando Trueba saborea un sueño fílmico que se cristalizará
en el año 2000 con la producción de la película Calle 54, en donde muestra, con estupendos escenarios y una
cuidadosa fotografía, a los mejores exponentes del mal llamado latín Jazz. En esta oportunidad Bebo
tiene dos encuentros con figuras claves, tanto en su música como en sus más
profundos afectos: su hijo Chucho y el contrabajista Israel “Cachao” López, su partner de toda una vida. A la semana
siguiente de este rodaje, Bebo entra de nuevo al estudio y graba en la ciudad
de Nueva York, bajo el sello de Trueba Calle
54 y producido por Nat Chediak, el álbum: “El Arte del Sabor” con un trío
estelar compuesto por el bajista Cachao
López y el conguero Carlos Patato
Valdés. Esta grabación, que consiguió ganar dos premios grammy, tiene un
invitado de excepción; Paquito D’ Rivera, quien no sólo toca en el disco sino
que también colabora con los arreglos. En los años siguientes, Bebo conoce, a
través de Trueba, al cantaor gitano Diego apodado el cigala. Con este último grabará en el año 2003 un suceso clave
en la historia musical: Lágrimas Negras,
el primer disco en la historia en donde un cantante gitano canta boleros y
temas del repertorio latino al lado de una leyenda del piano cubana. Este sería el mayor éxito cosechado en su carrera
musical artística. No conforme con ello, este mismo año grabará lo que se ha
considerado su opera prima: “Bebo de
Cuba”, un suceso musical que contiene la “suite cubana” una serie de 6 temas
que compuso entre los años 1992-1997 en su ciudad de residencia Estocolmo. En
este disco Trueba y Chediak reúne un verdadero grupo de all stars para acompañar a Bebo en esta aventura musical: Juan
Pablo Torres, Paquito D’ Rivera, Diego Urcola, Mike Mossman, Mario Rivera, Boby Franceschini en los metales; Los
percusionistas Steve Berrios, Milton Cardona, Jimmy Delgado, Joe Gonzalez, el
legendario bajista Andy González, junto
a jóvenes virtuosos de la nueva camada del jazz como: El baterista Dafnis
prieto, el contrabajista John Benitez, el saxo barítono Pablo Calogero, el
trombonista Papo Vasquez y el trompeta John Walsh.
Fernando
Trueba describe con emoción y nostalgia, el profundo impacto que esta grabación
dejó en el gran “Caballón” Bebo Valdés, quien a sus 94 años partió hace poco a
recorrer otros universos sonoros: “Si tengo que elegir un momento entre todos,
me quedaría con la cara del viejo cuando el primer día de ensayo oyó a la banda
arrancar la primera lectura del primer tema. Sus ojos se iluminaron y su
sonrisa de niño eterno apareció, irreprimible, en su cara. Era Felicidad”.